Mohammed Al Hindi vive junto a su mujer Diana y sus tres hijos pequeños en Ciudad de Gaza en una tienda de campaña destartalada al lado de su vivienda destruida. Todos los días camina cientos de metros, durante horas, para conseguir algo de comida, agua y leche de fórmula.
En Al Mawasi, en el sur de Gaza, Ahmed Ghazi Al Farra también sobrevive en una tienda de campaña con sus tres hijos pequeños y su mujer Amal, embarazada. La familia ha sido desplazada en siete ocasiones desde el inicio del genocidio de Israel contra los gazatíes hace casi dos años.

Desde hace unas semanas, ambas familias reservan un poco de la escasa batería de sus teléfonos móviles para hablar con las personas que les han apadrinado. “Esto nos ha devuelto la esperanza en la humanidad después de sentirnos solos durante mucho tiempo”, dice a elDiario.es Al Hindi.
El intercambio de apenas unos mensajes diarios con personas fuera de la Franja ha hecho que recobren la esperanza de una vida digna en medio de una devastación y tortura inenarrables. “Ahora sentimos que no estamos solos: tenemos una familia a cientos de kilómetros de distancia que se preocupa por nosotros, siente nuestro dolor y nuestro miedo y trata de aliviar las dificultades a las que nos enfrentamos”, añade el gazatí.
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