Preguntar quién es el dueño de la herida es parecido a preguntarse quién es el dueño de la promesa. Las cosas se complican cuando quien las hace, ya sean las heridas o las promesas, desaparece fulminado. O fusilado. Eso fue lo que le ocurrió a Antoni Benaiges, conocido como el maestro que prometió el mar. Su historia atraviesa tantas aristas que ya ha conseguido imbuirse en la novela gráfica, el cine y la literatura. También en el teatro, en La Abadía de Madrid, con lleno absoluto. A lo largo de la función de su vida, que es la nuestra, tan solo una pregunta cuelga del cuello: ¿qué salvamos del tiempo?
Sergi Bernal es investigador y divulgador de la figura de Benaiges, y así le describe: “Fue un maestro de escuela de un pequeño pueblo de Burgos, Bañuelos de Bureba, punto”. Pero él sabe que no es así. Él sabe que pudo haber sido únicamente eso, pero no lo fue. No lo fue por el legado que dejó en todos y cada uno de sus alumnos. “Eso es lo que ha hecho que su historia emerja de la fosa común en la que está enterrado después de que lo fusilaran en julio de 1936”, añade el experto.
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