Ni Sara ni Laura alcanzan los 10 años, pero llevan toda su vida sin poder elegir en un catálogo qué juegos y juguetes les hace más ilusión encontrar debajo del árbol por Navidad. Estas dos niñas con ceguera tienen más complicado el acceso a estos productos, esenciales para el desarrollo de cualquier criatura. Desde la ONCE se esmeran en desarrollar juegos accesibles a personas con discapacidad visual mientras que familias y maestras se afanan en convertir colores en texturas y sonidos en información.

Eva Sánchez, maestra de atención temprana y miembro de la ONCE, recuerda que el juego cumple funciones a todos los niveles en el desarrollo de cualquier niño. “Es una forma de socializar en familia o con amigos, de establecer relaciones, trabajar las emociones, compartir tiempo y estimular habilidades, como aprender por imitación”, sostiene. En este sentido, ya hay juguetes que son inclusivos por su propia razón de ser, como los muñecos. En cambio, en otras ocasiones la imaginación debe echarse a volar para hacer accesibles aquellos juegos no pensados inicialmente para niños con discapacidad visual.
Seguir leyendo AQUÍ
Comparte si te ha gustado: