Llevamos años escuchando el problema que asola a África: no hay agua; ni tampoco depuradoras ni canalizaciones que aseguren su traslado. Tan solo el 25 por ciento de la población del continente tiene acceso a agua tratada, un porcentaje que quiere ampliarse hasta el doble para el 2063, año en el que se focaliza la Agenda de la Unión Africana. Considerada un derecho humano, factor de estabilización y desarrollo, continúa vetada para millones de personas que siguen consumiendo agua de ríos y lagos, enfrentándose al contagio de enfermedades, una altísima mortalidad infantil y una baja esperanza de vida.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), además de tratar el acceso a agua potable como un derecho humano, certifica que es un factor de estabilidad y seguridad en un contexto de conflictos a nivel internacional, como sucede en África. José Antonio Perea Unceta, experto en globalización, derechos humanos y derecho internacional, y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), señala diferentes causas que provocan esta triste realidad.
Por un lado, la enorme desigualdad de recursos hídricos en el continente africano. “El Magreb y el norte de África, el Sáhara, carecen casi completamente de estos recursos, y solo el 7 por ciento se concentra en zonas muy pobladas de la costa de Marruecos, Argelia, libia, Túnez y Egipto”, desarrolla el docente universitario. La mitad del agua de África se ubica en la parte central del continente, atravesada por diversos ríos y el lago Victoria, el más grande del mundo. Y otro apunte: la República Democrática del Congo acapara un cuarto del agua total de África. La parte del Sahel y el cuerno de África solo obtienen un 15 por ciento de los recursos hídricos totales.
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El desafío perenne del agua en África impulsa iniciativas innovadoras. Proyectos de pozos solares, recolección de lluvia y tecnologías sostenibles buscan aliviar la escasez hídrica y mejorar la calidad de vida.