Ana y Alberto son los guardianes de un pueblo que lucha por no extinguirse en el olvido del invierno. Asentados en La Riba de Santiuste (Guadalajara), esta administrativa y este albañil se han convertido en las únicas personas que viven en un municipio con 12 personas empadronadas. Junto a sus dos hijos, su vida pivota entre los viajes en coche a Sigüenza y los paseos diarios por el pueblo para cerciorarse de que no hay desperfecto alguno en las viviendas. Les gusta su vida, pero también les gustaría que la Administración cuidara más del mundo rural. Esta es la historia de dos madrileños que huyeron de la capital para convertirse en la referencia de decenas de familias.
Alberto y Ana posan en la puerta de su casa, en La Riba de Santiuste. (G.M.) |
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