“Hoy me han cobrado 7,20 euros en la frutería y se los he dado exactos”. Así es como Verónica Suárez, de 72 años, describe con cierto orgullo su cotidianeidad, en la que se desenvuelve sin saber escribir ni leer. De pequeña vivió en una barriada de Cáceres y dejó de ir a la escuela a los 14 años, al igual que sus dos hermanas y dos hermanos: el salario de su padre, minero, no daba para alimentar siete bocas. Ahora vive en un barrio degradado de Alcalá de Henares, en Madrid, de esos en los que los muros son grises, los edificios no tienen ascensor, los árboles se talaron hace décadas, las deposiciones de los perros se endurecen día tras día en las corralas y las banderas en los balcones no son otras que la ropa tendida en las ventanas.
Verónica, de 72 años, está aprendiendo a leer y escribir. (Guillermo Martínez)
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