“Para dar vida a la muerte, Capote vino a este lugar, a esta confabulación entre los sueños y el paraíso”. Leila Guerriero ha desandado los pasos que en su día dio el prolífico escritor estadounidense en la Costa Brava: se ha hospedado en los mismos lugares que él, ha intentado desenmarañar la memoria que aun pervive de esos tres años en los que el autor de ‘A sangre fría’ decidió refugiarse en el pueblo catalán de Palamós, ha tejido con esmero la volátil historia que todavía queda impregnada en ese pequeño lugar en el que casi nadie sabía quién era Truman Capote. Y lo hace en ‘La dificultad del fantasma. Truman Capote en la Costa Brava’ (Anagrama).

Hospedada en Sanià, donde disfrutó de una residencia artística en el mismo lugar, la misma habitación, en la que se alojó Capote, Guerriero transitó durante casi dos meses este camino tortuoso de reconstrucción. “Llegué con toda la obra de Capote releída, sus biografías y libros nuevos que fui comprando y consiguiendo por sugerencia de otros expertos”, introduce. No había tiempo que perder. Llegó un miércoles, y el jueves la periodista ya tenía entrevistas agendadas.
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