Frederic Sánchez llegó a la prisión provincial de Cáceres en 1962, tras realizar una pintada en la ya extinta Universidad Central de Barcelona en la que reclamaba democracia y libertad. Alrededor de quince años más tarde, Pablo Mayoral corría la misma suerte tras ser condenado a muerte en uno de los últimos consejos de guerra llevados a cabo por el franquismo. Todavía faltaban más de tres décadas para que el enclave extremeño quedara totalmente deshabitado, como finalmente ocurrió en 2009.
La Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres (AMECECA) reclama que el espacio, propiedad del Ministerio del Interior, se declare como lugar de memoria y se rehabilite para crear en él un centro cívico memorial de titularidad pública, pero ni el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática ni el de Cultura responden a sus demandas.

El vicepresidente de la entidad memorialista, Jose Hinojosa, afirma que por la cárcel cacereña, que empezó a construirse en 1934, pasaron cientos de opositores al régimen que merecen un espacio de recuerdo y dignidad. Durante la Guerra Civil funcionaron dos penales en la ciudad. Hinojosa, historiador y docente, explica que el 31 de julio de 1936 en Cáceres había 395 internos, cifra que a 1 de marzo de 1939 se había incrementado hasta los 1.097 entre los dos centros penitenciarios.
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