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La lucha de la COPEL contra el Estado y la heroína

Estaban en el tejado reclamando la amnistía que tanto ansiaban. Sin comida suficiente para aguantar lo debido y asediados por los helicópteros de la Policía, solo les quedaban unos restos para sobrevivir. El motín llegaba a su fin, no sin antes un último gesto de solidaridad entre compañeros: cuando ya no quedaba apenas agua, mojaron una camiseta limpia y después sus labios, cortados y deshidratados. Ese es uno de los recuerdos que Manuel Martínez, integrante de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), guarda en su memoria.

Ahora tiene 70 años, pero en febrero de 1977 se encaramó a lo más alto de la madrileña prisión de Carabanchel para denunciar el maltrato sistemático que sufrían en la cárcel y reclamar su liberación mediante la amnistía que nunca llegó. A finales del franquismo había más de 14.000 presos entre sociales y políticos. Tras la muerte del dictador y pese a la promulgación de tres amnistías y un indulto, siguieron encarcelados más de 8.000 presos sociales. Uno de ellos fue Agustín Moreno, que entró en Carabanchel el 26 de noviembre de 1974, dice con exactitud.

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