Estaban en el tejado reclamando la amnistía que tanto ansiaban. Sin comida suficiente para aguantar lo debido y asediados por los helicópteros de la Policía, solo les quedaban unos restos para sobrevivir. El motín llegaba a su fin, no sin antes un último gesto de solidaridad entre compañeros: cuando ya no quedaba apenas agua, mojaron una camiseta limpia y después sus labios, cortados y deshidratados. Ese es uno de los recuerdos que Manuel Martínez, integrante de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), guarda en su memoria.
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