Aurora tiene 79 años. Desde los cuatro ha vivido en Getafe, y hace apenas un mes la echaron de su casa, en el paseo Pablo Iglesias, sin poder ni siquiera coger su bolso. El pasado 16 de septiembre, un despliegue policial le dio los «buenos días». Ese fue el punto de inflexión en un proceso que todavía sigue vivo. Por el momento, tanto ella como los dos hijos con los que convivía intentan rehacer su vida en un piso que han alquilado a un primo.

Semanas después del desahucio, con la tenue tranquilidad que da el haber superado el tormento, son todavía más conscientes de que han tenido suerte, que había alternativa habitacional. Saben, también, que no siempre sucede eso, que muchas personas mayores que están solas no reciben el apoyo que la familia de Aurora ha tenido desde el principio.
“Mi madre siempre ha vivido en esa misma calle de Getafe, aunque en diferentes viviendas. En 2015 entramos a un piso grande, con cuatro dormitorios y pagábamos 450 euros de alquiler”, cuenta su hija Lola, periodista de 50 años. Parecía que las cosas marchaban, a pesar de que el casero estaba dejando que los pisos se vinieran abajo poco a poco.
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