Poder pedir un vehículo de alquiler con conductor (VTC) mediante una app pareció revolucionar el mercado, regulado en el sector del taxi hasta el momento. Establecidas estas nuevas plataformas en las grandes ciudades, tiempo después dejan tras de sí un reguero de sospechas sobre el funcionamiento de sus algoritmos. Varios estudios han llegado a demostrar que este tipo de compañías tienen en cuenta el estado de la batería y el modelo del móvil desde el que se encarga el servicio para definir los precios. La administración, siempre más lenta que la tecnología, intenta que sean públicas las variables sobre las que se calcula el precio final. En cambio, los expertos avisan de que eso podría no ser suficiente.

“Nos presentan los algoritmos como si fueran algo neutral que solo discriminan por la oferta y la demanda, pero eso es mentira. Los algoritmos responden a los intereses de las empresas que los crean, cuyo objetivo es conseguir un máximo beneficio a costa de lo que sea”. Lo explica Tito Álvarez, portavoz de Taxi Project, organización que ha estudiado en profundidad los puntos más oscuros del sistema en el que se basan plataformas como Uber, Cabify y Bolt.
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