Pasaron de la clandestinidad a la superficie, para después volver a la lucha subterránea. Les ocurrió lo mismo que a tantos otros movimientos que ansiaban la liberación a través del conocimiento durante la dictadura de Primo de Rivera primero, la Segunda República después y, por último, el franquismo férreo de la primera posguerra. Ellos eran la Federación Universitaria Escolar (FUE), un grupo de estudiantes y docentes que querían modernizar la academia. Así lo demostraron personajes ilustres que engrosaron sus filas: Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, María Zambrano y Ramón Pérez de Ayala. De todo aquello quedan algunas investigaciones y la viva voz de Nicolás Sánchez-Albornoz, el incansable antifranquista que agita su memoria hasta la extenuación.
Sánchez-Albornoz, con 97 años recién cumplidos, todavía recuerda las hazañas por las que el régimen franquista le condenó, consejo de guerra mediante, a trabajos forzosos en el valle de Cuelgamuros, enclave del que terminaría escapando. “Yo estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central (UC), la actual Universidad Complutense de Madrid (UCM), y para mí fue determinante conocer a Carmelo Soria, hermano de Arturo Soria, que ya había sido miembro relevante de la FUE durante la dictadura de Primo de Rivera”, rememora.
Como dice este antifranquista que ha llegado a sufrir tres exilios a lo largo de su vida, la FUE ya tenía una trayectoria. Según Gutmaro Gómez, profesor de Historia Contemporánea en la UCM, “la Federación concentró a casi toda esa generación entre la del 14 y la del 27 y que luego sufriría la Guerra Civil; fue la primera vez que en España hubo un movimiento estudiantil moderno y potente en el que se llegó a incluir a las mujeres”. En aquel momento, cuando Primo de Rivera gobernaba el país con mano dura, la gente de la FUE se afanaba en diversas actividades en las aulas, lo que les sirvió para extender su crítica a la dictadura. “Sobresale, ante lo que se podría pensar en un primer momento, la presencia de personas procedentes de carreras científicas, aunque de las ramas clásicas también había. Lo que pasa es que a estas carreras técnicas entraron profesores y estudiantes jóvenes con ideas renovadas”, sostiene el docente universitario.
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