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El disparo mortal del franquismo a la intelectualidad española: la represión del progreso como estandarte de la dictadura

Aquel grito del general golpista José Millán-Astray frente a Miguel de Unamuno de “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!” no solo fue una declaración de intenciones, sino la constatación de cómo la dictadura pronto apagaría con fusilamientos, encarcelamiento y depuraciones el gran advenimiento de la ciencia, las artes y la cultura desarrollados en España durante el primer tercio del siglo XX. 

El episodio sucedió en 1936, en la Universidad de Salamanca. No es casualidad. El régimen se cebó contra aquellos que, además de ser los personajes más reconocidos en su campo de conocimiento, decidieron poner su saber a trabajar por la honrosa empresa de mejorar la sociedad, entre los que se encontraban incluso católicos practicantes y de ideas conservadoras.

Unamuno sale escoltado por el propio Millán-Astray y obligadamente, de la mano de Carmen Polo ("La doble muerte de Unamuno", 2021, Capitán Swing)
Unamuno sale escoltado por el propio Millán-Astray y obligadamente, de la mano de Carmen Polo ("La doble muerte de Unamuno", 2021, Capitán Swing)

El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) José María López ubica en la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) el germen del intelectualismo que más tarde perseguiría la dictadura. “La Guerra Civil dinamitó todo eso, con un bando sublevado cuyas bases estaban en un proyecto intelectual ultraconservador que emparenta con las ideas más extremistas del siglo XIX y que, entre otras cosas, mantiene el catolicismo y una lectura muy tradicionalista como la base ideológica del nuevo régimen”, se explaya.

De esta manera, primero sublevados y más tarde vencedores intentaron laminar todo rastro de la JAE, el proyecto liberal e institucionalista en el que consideraban que estaba el inicio de la “antiespaña”, al igual que sucedía con la Institución Libre de Enseñanza (ILE), creada en 1876. Para López, la represión en forma de depuraciones de profesores en todos los niveles educativos y la censura en libros y la prensa es la versión cultural de la represión física que otros tantos, y a veces también los mismos, sufrieron por su posicionamiento político.

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