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Sabrina Sánchez: "A las trabajadoras sexuales tienen que escucharnos, no hablar por nosotras"

Mujer trans, migrante, lesbiana y trabajadora sexual, Sabrina Sánchez (Ciudad de México, 1981) es portavoz del Comité Internacional por los Derechos de las Mujeres Trabajadoras Sexuales en Europa. Mexicana y procedente de una familia de clase media, sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México no le permitieron encontrar otro modo de ganarse la vida que no fuera el del trabajo sexual cuando llegó a Cataluña huyendo de su país. Poco antes de esta entrevista, Sánchez estaba preparando una ponencia para las Naciones Unidas. Ahora, la portavoz repasa la situación actual de la prostitución en España y en Europa, el cisma que se ha producido dentro del feminismo entre abolicionistas y no abolicionistas y qué supondría para el colectivo LGTBIQ la aprobación de la ley trans.

Migras a España y comienzas a dedicarte al trabajo sexual, aseguras, «como estrategia de supervivencia». ¿Por qué?

Llegué a Catalunya habiendo estudiado Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México, aunque no me sirvió para nada. Nunca se cuestiona la obligación que tienen las personas migrantes de homologar títulos de universidades extranjeras con las nacionales, cuando la UNAM es mucho más prestigiosa que algunas españolas. A ello se suma que el ingreso de una persona migrante al mundo laboral es muy complicado. Sin saber catalán, tuve que sobrevivir ejerciendo el trabajo sexual, y sobre todo siendo una mujer trans, porque no tenía alternativa. No olvidemos que nuestra tasa de paro es cuatro veces superior a la media nacional. Aunque es cierto que, para mí, no tuvo consecuencias traumáticas. Fue como entrar a cualquier empleo. De hecho, al hacerlo de manera independiente tenía mucha más libertad que en otros empleos anteriores en call centers y restaurantes.

¿Cómo había sido hasta entonces tu vida en México?

Aunque las cosas empeoraron a partir de la crisis económica de 1994 en México, mi familia es de clase media. Siempre tuve el apoyo de mi madre, sobre todo para continuar con mi formación académica. Mi condición de trans, digamos, salió cuando yo era estudiante, aunque es algo que una siente siempre. En ese momento, mi madre me dijo que, con más razón aún, tenía que proveerme de herramientas en la vida y terminar la carrera de comunicación. Sobreviví en Ciudad de México como pude, y más llevando a cabo la transición a los 21 y 22 años. No padecí mayor violencia de la habitual, nunca llegó una agresión física pese a que es algo que siempre está latente… pero hay que tener en cuenta que hablamos de México. Sin embargo, sí noté el desempleo, la exclusión y que me vetaran la entrada a algunos sitios.

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