Ni siquiera la llegada de la democracia pudo revertir un pasado de represión, encarcelamiento y muerte. La prisión de Carabanchel, levantada con mano de obra de los propios presos republicanos que acabarían encerrados en ella, fue uno de los mayores símbolos carcelarios en los que el régimen apoyó su persecución hacia las disidencias. El historiador y arqueólogo Luis Antonio Ruiz Casero acaba de publicar Carabanchel. La Estrella de la muerte del franquismo (Libros del KO, 2025), donde recupera la historia de este enclave a través de decenas de voces que la sufrieron en sus propias carnes, literalmente.

La investigación recorre toda la vida del centro penitenciario, pero también su muerte. Tras su derribo en 2009, el movimiento memorialista continúa reclamando la construcción de un centro de memoria que recuerde lo que en ese espacio ocurrió durante más de medio siglo. Esta monografía de reciente publicación es la historia de aquellas miles de personas que intentaron derribar sus muros con la mirada.
El origen de la cárcel de Carabanchel, como otras tantas cuestiones del franquismo, se sitúa en el mismo golpe de Estado fracasado y la Guerra Civil que lo siguió. “Madrid no tenía cárcel provincial porque la Modelo había quedado muy dañada al estar cerca de la línea del frente. El régimen tenía una población reclusa totalmente desaforada al finalizar la contienda, por eso se plantea levantar una nueva prisión”, comenta el historiador. En ese momento, el centro de reclusión carabanchelero comenzó a ser levantado con mano de obra de los presos republicanos aprisionados durante la Guerra.
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