Hace nueve años, cuando Ernán González Angulo llegó a Alcalá de Henares, nadie le conocía. Después de ver la ciudad complutense como el lugar al que huir de la mala experiencia que sufrió junto a su mujer en Venezuela, ahora todo el mundo le saluda por la calle. Le llaman por sus siglas: EGA, y lo conocen por el arte que practica en un pequeño estudio del centro de este histórico municipio.
En él, decenas de marcos se agolpan en paredes y expositores brindando al espectador y posible comprador la oportunidad de apreciar a Cervantes y su infinito Don Quijote, las cúpulas de los vetustos monasterios, el Cardenal Cisneros, la costrada como postre por excelencia del lugar, las típicas cigüeñas de la ciudad, y hasta sus gigantes y cabezudos dibujados con un trazo especial.
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