Alberto Cordero decidió ingresar en un centro sanitario, pero pronto se convirtió en un ingreso involuntario. “Me quitaron el móvil, me encerraron en una habitación y empecé a llorar. Cuando se lo conté a la psiquiatra, me dijo que hasta que no parara de llorar no me dejaría salir de ahí”, describe. Esta es solo una parte de su relato, como el de tantos otros, plagado de acusaciones del “maltrato psiquiátrico” que sufren las “personas psiquiatrizadas”, tal y como ellas mismas se definen. Este 28 de mayo celebran el Orgullo Loco: “Queremos visibilizar y reivindicar que se dejen de vulnerar los Derechos Humanos en la práctica psiquiátrica, como las contenciones mecánicas (que te aten a la cama), los ingresos involuntarios o los aislamientos”, aduce Fátima Masoud, portavoz del colectivo.
No es nada nuevo en Madrid, pues este es su quinto aniversario manifestándose por sus calles. De hecho, es un movimiento internacional surgido en Canadá en 1993. Desde entonces, el movimiento antipsiquiátrico se ha organizado para cuestionar las enfermedades mentales, “porque según tu contexto económico, social y cultural han ido variando, como ocurrió con el colectivo homosexual y su despatologización”, añade Masoud. Ella misma aduce que el manual de diagnóstico mediante el que se rigen los psiquiatras, en los años 50 incorporaba una centena de diagnósticos. En su quinta edición, la última, la cifra se eleva hasta los 500. “El luto por una persona querida, si es más de un mes, ya es patológico…”, ilustra la portavoz.
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