"Estoy bien. Os echo de menos. Sigo vivo". "Tu hijo ha pesado 4 kilos y 400 gramos al nacer, y mide 54 centímetros". "¿Sigues todavía en casa? No veo la hora de volver". Estos son algunos de los casi 4.500 mensajes que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha logrado transmitir a familias de prisioneros de guerra del conflicto de Ucrania. Palabras cortas, directas, concisas. Muestras de amor y afecto. Así se combate la incertidumbre de un lado, la soledad e indefensión del otro. La familia que añora y llora y el remitente, prisionero en una cárcel enemiga.
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Cartas de prisioneros de guerra (Comité Internacional de la Cruz Roja)
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Como otros grandes misterios de la guerra, desde las bajas entre ambos Ejércitos o el ritmo de la artillería y la munición, se desconoce exactamente cuántos soldados rusos han caído prisioneros desde el inicio de la invasión de Ucrania, ni cuántos militares ucranianos languidecen en las cárceles controladas por las fuerzas afines al Kremlin. Pero ya sea invasor o víctima, enemigo o verdugo, los límites de la guerra que impone el
Tercer Convenio de Ginebra —suscrito por todos los países, incluidos Rusia y Ucrania— recogen el "trato humano" para los prisioneros de guerra durante un conflicto armado, incluida la protección ante cualquier acto de violencia o intimidación, así como la prohibición de represalias y escarnio público.