La masa uniforme se mueve,
alza sus manos contra mi pecho
y yo, nauseabundo, vomito todos
y cada uno de mis ideales.
Recorre mi cuerpo
sobrevolando un territorio donde las cenizas
volverán a nacer para quemar,
para arder junto al miedo.
Los mismos mensajes repetidos,
incansables y mortecinos,
atan mis brazos;
aquellos que un día surcaron
una espalda sin asfalto.
La masa es rápida
y tan cobarde que al abrir mi boca
recula hacia la barricada de la indiferencia.
El debate se recrudece
el sentimentalismo racional golpea
y el raciocinio sentimental aguanta el dolor.
¿Hasta dónde vamos a llegar
si seguimos engañando a los valores
en los que nos encontramos?
En los que nos encontramos.
En una palma, el corazón;
en otra palma, la razón;
y aún me duelen los dedos
de la mano que ya no tengo.
El error, claro está,
se encuentra en el leve transcurso del tiempo
en donde decisión tras decisión
me llevaron a elegir.
Me llevaron a elegir.
Caminante, por María Gmez P en febrero de 2018. |
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