Problematizar y contradecir la idea de que todo monumento es neutral y se encuentra descontextualizado de la realidad en la que vivimos. Con esa vocación publican Daniel Palacios González y José María Durán Medrano ¿Quién tiene derecho al monumento? (Katakrak, 2025), un ensayo en el que repasan cómo estos artefactos asientan el discurso oficial y autorizado, en ocasiones incluso legitiman la historia represiva de un pueblo, y cómo desde los estratos más populares de la sociedad se ha conseguido cambiar, y hasta renovar, estos elementos que siempre ocupan el espacio público.

La publicación, en la que tildan de “trampa” la alternativa de la resignificación, también critica las estéticas contramonumentales minimalistas posmodernas, y sirve para especular sobre lo que parece imposible, como un Valle de Cuelgamuros sin la gran cruz que lo corona.
Palacios, doctor en Historia del Arte por la Universität zu Köln (Colonia, Alemania), reconoce tajante que “a todo monumento no lo sostiene un pedestal, sino las estructuras sociales, económicas y políticas del momento” en que fue erigido y que también lo mantienen en el tiempo. Para intentar dar respuesta a la pregunta que formulan en el título, ambos autores rompen con la ecuación eurocéntrica que remite a la idea de que un monumento es igual a un signo de poder.
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