El águila con el escudo de la España franquista junto al yugo y las flechas falangistas. Debajo, una ristra de nombres propios bajo un título conciso e interesado: caídos por Dios y por España. Ese es el homenaje que brindaron cientos de municipios españoles a aquellas víctimas de la Guerra Civil que los sublevados y el franquismo entendieron como propias. La historiadora Miriam Saqqa acaba de publicar Las exhumaciones por Dios y por España (Cátedra), una amplia y reposada investigación que desgrana cómo la dictadura utilizó a sus caídos para justificar su represión a través de un proceso no solo ideológico, sino también judicial y forense.

En medio siglo de democracia, ningún gobierno se ha atrevido a realizar un proceso similar dedicado a desenterrar los miles de muertos que todavía reposan en fosas comunes a lo largo y ancho del país. Son los olvidados, los que no quiso el franquismo, los que dejaron a un lado a Dios y solo murieron por España o por la revolución que, por un tiempo, pudieron acariciar con sus manos.
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