Cuando Francisco Valdenebro vio aquel dedil supo que ese esqueleto era el de su tío Gregorio, detenido cuando estaba segando. Al republicano asesinado le conocían como El Bolito, el mismo mote por el que también ahora conocen a Paco. Solo había que atar cabos. La fosa ya estaba abierta, la única forma de cerrar, si es que se puede, una herida mortal iniciada el 15 de septiembre de 1936, día de la desaparición de las cuatro personas que aparecieron de entre la tierra. Ocurrió en La Riba de Escalote, en Soria, y, tras un arduo trabajo de reconocimiento genético y luchas judiciales, este sábado tres familias recuperan los restos mortales de sus seres queridos.
Gafas encontradas en la fosa de Riba de Escalote (Soria) |
"Ha sido una exhumación que desde el primer segundo ha estado judicializada. Al contrario de cómo se trata a los desaparecidos de la represión militar, casi como si fueran restos arqueológicos, estas personas entraron en una causa penal, por lo que desde el primer momento han sido consideradas como víctimas, un aspecto muy importante", relata Iván Aparicio, miembro de la asociación memorialista Recuerdo y Dignidad. Esta organización ha sido la propulsora de la exhumación gracias a los testimonios de varios fallecidos de los asesinados: "Cuando aparecieron los primeros restos óseos, vimos que en la cuenca vacía de un ojo había manchas azules dejadas por el proyectil, lo que probaba una muerte violenta".
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