El hecho de que se produzca una sola muerte o accidente en el trabajo debería hacer saltar todos los indicadores de las entidades dedicadas a que este tipo de sucesos no ocurran. Solo en 2020, 751 obreros fallecieron en el ejercicio de sus funciones como empleados de una empresa, una cifra que alcanza los 39.865 desde 1988.
Las patologías derivadas producidas en los centros de trabajo no solo se reducen a lo físico. Tal y como apunta Julio Fuentes, miembro del Gabinete de Estudios Confederal de la CGT, "la definición de la OMS amplía ese bien físico al mental y social, donde se enmarcan las patologías que más aumentan en la actualidad. Mucha gente trabaja empastillada, lo que, en ocasiones, deviene en accidentes de carácter físico". De hecho, los datos para el año 2020 aportados por el propio Ministerio de Trabajo indican que la incidencia de accidentes en el trabajo con baja laboral asciende a los 2.455 por cada 100.000 habitantes. "Durante esas bajas y, las mutuas llevan a cabo una técnica abusiva que incluso alarga el proceso de recuperación, pero en cambio no avanzamos en el reconocimiento de enfermedades ligadas a lo mental producidas como una consecuencia clara de la precariedad laboral: mayor carga de trabajo, seguridad contractual, jornadas parciales forzosas y el abuso de contratación temporal por una empresa de trabajo temporal que exige puesta a disposición instantánea en todo momento", se explaya el cegetista.
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