Como si hablaran al silencio y esculpieran el olvido. Así han trabajado en su última obra y durante meses los artistas Eugenio Merino y Miguel G. Morales, una oda a la memoria que los embates del bravo mar tampoco han conseguido sepultar.
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El artista Eugenio Merino, cocreador de la exposición 'Monumento a la oscuridad' junto a Miguel G. Morales. — Guillermo Martínez |
Tras un profundo trabajo de análisis junto a historiadores, consiguieron ubicar el punto exacto en el que Domingo López Torres, reconocido poeta tinerfeño, fue tirado al mar en 1937 tras sufrir la represión franquista. Ahora, allí, en las profundidades del océano, en donde no llega la luz del sol que tantas caras abrasó, reposa una placa en su memoria. Lo han llamado Monumento a la oscuridad.
"Al final es un monumento a todos los desaparecidos, pero que también interpela a todos los monumentos visibles que aún perduran en el panorama español", indica Merino. Permanente y submarino, la simbología del proyecto grita hacia la superficie, las cruces que un día marcaron los caminos, y desafía las lógicas que han regido los monumentos hasta ahora en España, difusores de determinadas ideologías en el tiempo, "que siempre ha sido la ideología del poder. Punto", concreta el artista.