Carmen Diego es la vívida imagen de la irrefrenable lucha de este colectivo. A sus 61 años, el pasado noviembre estuvo 26 días formando parte del campamento que ella y otras compañeras levantaron frente al Ministerio de Trabajo. De allí se marcharon con las manos vacías pero el espíritu lleno, tal y como han demostrado este domingo por las calles más céntricas de Madrid. Ellas son las trabajadoras del servicio de atención domiciliaria (SAD), unidas ahora en la capital y hermanadas con sus homólogas en Barcelona, quienes también han ocupado por unos momentos el espacio público. Entre sus demandas, una principal: la remunicipalización del servicio para evitar que, de los 20 euros que cobran las empresas subcontratadas por la Administración pública, a ellas tan solo les lleguen siete.
Cabecera de la manifestación de las trabajadoras del servicio
de atención domiciliaria en Madrid / Guillermo Martínez
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