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Cómo las franquicias terminadas en '-fit' acabaron matando al gimnasio de barrio

Diego Cobo conoce a la gente con la que trata. Si no les ve en un par de semanas, les llama para ver qué les ha pasado, si necesitan algo, y si tardan unos días más de lo previsto en cobrar su nómina, no tiene problema en retrasar el abono de la mensualidad. Vive cerca de Carabanchel, el barrio madrileño en el que regenta el Gimnasio Cosan desde 1998, y estos últimos años ha presenciado la proliferación de una competencia franquiciada, quizá más barata y con actividades más variadas, pero impersonal, deshumanizada, tal y como describe la atención al público en estos establecimientos que suelen terminar siempre con el mismo sufijo: '-fit'.

Diego, dueño de un gimnasio en Carabanchel. (G. M.)
Él tiene suerte, pues es difícil que un gimnasio de estas características, tan grande y atractivo, se establezca en su zona. “Hay que tener en cuenta el público al que te diriges, conocer el barrio. A partir de ahí, juegas tus bazas: la profesionalidad, la mano izquierda y, sobre todo, tratar a la gente como si fuera de tu familia”, arguye. Pero a veces no es suficiente, como les ha ocurrido a los cinco gimnasios que han tenido que cerrar en los últimos años en el barrio. El porqué de ello, dice Cobo, no está tanto en el coste, sino en la imagen que proyectan: "Realmente las cuotas no se diferencian demasiado. Yo tengo mensuales, trimestrales, semestrales y anuales, y esta última es más barata que las suyas, pero yo no puedo ofrecer piscina, miles de actividades, ni abrir todos los días".
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