Cientos de turistas y familias pasean por la Puerta del Sol cada día. Junto a ellos, estatuas vivientes, peluches antropomorfos y el héroe o villano conocido por todos se acercan a los más pequeños para ofrecerles un globo con forma de espada o de perrito. Debajo del disfraz, en el interior de esa funda que se convierte en su medio de trabajo, estas personas soportan altas temperaturas durante horas, se hidratan constantemente y buscan la preciada sombra, autogestionando sus riesgos laborales. Allí están ellos, donde los sindicatos no llegan, pero sí el hambre, los turistas y una situación administrativa irregular, intentando vivir de la voluntad de la gente.
Mari Cabrera hace de Minnie en Sol. (G. M.) |
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