Pasear por Madrid es verle en muchas de sus esquinas. Edificios majestuosos que conjugan modernidad y clasicismo se alzan hacia el cielo de la capital, ahora convertidos en importantes enclaves de tránsito público en su mayoría. Antonio Palacios Ramilo, natural de O Porriño (Galicia), contribuyó a convertir Madrid en esa ciudad cosmopolita con la que soñaba.
Ahora, cuando se acercan los 150 años de su nacimiento, los ritmos han cambiado, la sociedad es diferente y los usos han variado; pero la arquitectura queda, impertérrita, como testigo fiel y pedregoso del paso del tiempo.
Palacio de Cibeles
Después de que el Gobierno de la época hiciera desaparecer los Jardines del Buen Retiro en 1903, el espacio fue ocupado por la Casa de Correos y Telégrafos construida mediante un proyecto firmado por Palacios y Joaquín Otamendi. Su propuesta se adaptaba perfectamente a la irregularidad y gran extensión del solar, y se caracterizaba por su originalidad, monumentalidad y deseo de trascendencia. “Ganaron el concurso recién salidos de la escuela y ya se vio cómo Palacios sería un arquitecto que miraría hacia el ornamento de la ciudad, que buscaba embellecerla”, apunta Alberto Sanz, director del centro de Documentación de Arquitectura del Colegio Oficial de Madrid (COAM).
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