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La música que el franquismo obligó a componer a los presos republicanos

Salir cuanto antes de la prisión era su prioridad. La familia lejana, la penuria carcelaria y el adoctrinamiento que recibían entre barrotes les hicieron aceptar eso que el franquismo denominó como redención de penas por el trabajo. Así se construyó el faraónico Valle de los Caídos, pero esa táctica casi esclava también traspasó las fronteras de las cárceles. Sabedora del potencial de la propaganda ya desde 1938, la incipiente dictadura la incluye en todas y cada una de sus actividades culturales, incluida la música. Así, los presos políticos se vieron obligados a participar en la interpretación de himnos, en misas y otros conciertos de carácter más recreativo.

Orquesta de la Prisión Central de Valencia (1939). — Semanario Redención

En todas las prisiones, independientemente de su tamaño, se formaron orquestas, bandas, coros y cuadros escénicos. "Lo que hicieron fue utilizar la música como elemento de difusión de los valores patrióticos y religiosos", comenta Elsa Calero, experta en musicología e investigadora de esta temática histórica en particular. El nacionalcatolicismo ya había encontrado sus gargantas, tan potentes como enclaustradas. Los cánticos les acompañaban: tras el toque de diana y el recuento de presos en las infectadas celdas, el himno del momento, luego la misa con el coro, también algunas marchas de camino a los talleres.
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