Salir cuanto antes de la prisión era su prioridad. La familia lejana, la penuria carcelaria y el adoctrinamiento que recibían entre barrotes les hicieron aceptar eso que el franquismo denominó como redención de penas por el trabajo. Así se construyó el faraónico Valle de los Caídos, pero esa táctica casi esclava también traspasó las fronteras de las cárceles. Sabedora del potencial de la propaganda ya desde 1938, la incipiente dictadura la incluye en todas y cada una de sus actividades culturales, incluida la música. Así, los presos políticos se vieron obligados a participar en la interpretación de himnos, en misas y otros conciertos de carácter más recreativo.
Orquesta de la Prisión Central de Valencia (1939). — Semanario Redención
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