Cuando Gertrude Stein le dijo por carta que tenía que visitar Madrid e ir a una corrida de toros, Ernst Hemingway no sabía que así estaba empezando su relación con la ciudad que más le marcaría fuera de sus Estados Unidos natal. La primera vez que el reconocido escritor pisó la capital fue en mayo de 1923. Un siglo después, Madrid ha cambiado, aunque no lo suficiente para que hayan desaparecido todos los lugares por los que asentó sus posaderas, hincó sus codos antes de ponerse a escribir o enarboló las cucharas con las que, ricamente, se comía el cocido. Bienvenidos, bienvenidas, al Madrid de Hemingway, un paseo en el que se llegará a dilucidar un sitio nuevo de la ciudad, desconocido hasta ahora, que inspiró al escritor.
El autor, que en 1954 cosecharía el Premio Nobel de literatura, llegó a ser una de las grandes figuras que podían reconocerse por la ciudad. A lo largo de las numerosas estancias que disfrutó en la capital de España, tanto sus andanzas como sus relatos dejan entrever la íntima relación que el también periodista trabó con las calles de Madrid.
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