Álvaro Lázaro, allá por 2012, estaba echando su habitual pachanga de baloncesto con los colegas en las pistas del barrio cuando su equipo metió el mayor triple de la historia. Esa canasta de tres puntos metafórica fue el inicio de lo que una década después se ha consolidado como la Liga Cooperativa de Madrid, un espacio abierto, autogestionado y gratuito por el que ya han pasado cientos de personas unidas por su afán de jugar al baloncesto. Y no solo eso, a día de hoy es una comunidad en donde las reglas las establecen los propios participantes y, con su actividad habitual, ayudan a mantener en el estado más óptimo posible las canchas de los barrios en los que disputan los encuentros.
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Dos jugadores de la Liga en un partido. (Liga Cooperativa)
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Como muchas de las grandes ideas que terminan transformando la sociedad, todo empezó con observación y unión. “Vimos que había más chavales haciendo lo mismo que nosotros y pensamos que juntos podíamos organizar una liga más allá de las municipales, cuya inscripción rondaba los 600 euros”, rememora este jugador. La cosa fue fácil: colgaron unos cartelitos en las pistas de barrios como
Hortaleza, Prosperidad y
Ciudad Lineal y comenzaron a hablar con la gente.
Él tenía 22 años cuando todo comenzó y ahora encara los 33 siendo consciente de la evolución que ha experimentado la Liga Cooperativa. De los ocho equipos iniciales llegaron a ser 48, hasta esta nueva temporada en la que son 35. Ni son profesionales ni lo quieren ser. No obstante, su desempeño jamás mediado por ningún tipo de retribución económica les ha llevado a ser una de las primeras competiciones con App propia. “De eso y de la web se encarga un grupo de trabajo específico, pero luego hay otros que median en caso de cualquier conflicto, se encargan de los eventos o coordinan la competición para que todo funcione”, explica Lázaro.