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La música clandestina en las prisiones franquistas: esperanza, muerte, picaresca y el sueño de libertad

Romper el silencio en las cárceles franquistas no fue algo baladí. Decenas de presos políticos se vieron inmersos en bandas y orquestas de estos centros penitenciarios pensados para el castigo y la muerte, la reeducación del régimen. Entre ellos, decenas de músicos profesionales que no dejaron de entonar sus partituras y composiciones entre barrotes, a veces obligados por las autoridades de la dictadura, otras tantas, por la libertad añorada, la familia lejana, los deseos de escapar. La lírica caló en fragmentos de papel higiénico, en giros irónicos de un Cara al Sol quemado, en la protesta política: su crimen.

Orquesta de la Prisión Central de Valencia (1939). 
— Semanario Redención
La historiadora Elsa Calero Carramolino ha condensado los resultados de su investigación, procedentes de su tesis "Prácticas musicales en el ecosistema sonoro penitenciario franquista (1938-1948): propaganda, contrapropaganda y clandestinidad", en el proyecto denominado El Silencio Roto. Y quién rompía ese silencio impuesto, pesado, fronterizo? "Por una parte, los músicos que estaban en la cárcel y que ya eran profesionales antes de la Guerra Civil. Todos aquellos que pertenecían a bandas o agrupaciones que les detienen, fundamentalmente, por estar en las listas de sindicatos y agrupaciones obreras. Por otra parte, aquellos que ya dentro de la cárcel desarrollan cierta actividad musical", explica.
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